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Chile despertó

Otro día más, un viernes de octubre y como todo viernes tengo clases a las diez de la mañana, debo despertar alrededor de las ocho para poder hacer toda la rutina, baño, desayuno, y llegar a la hora a clases. Salgo de mi casa como de costumbre, camino hasta la estación de tren que me lleva hasta el metro. Mientras camino ya pienso en el regreso a casa. Hoy tengo clases de historia de América Latina, disfruto esas clases, pero estoy cansado, han sido difíciles estas últimas semanas, debido al alza del pasaje del transporte público han habido varias protestas que producen el cierre de ciertas estaciones de metro, por lo que se me dificulta transportarme, pero bueno, es obvio, esa es la idea del asunto, por muchas protestas que hayan, las personas necesitan seguir trabajando y no pueden llegar tarde poniendo en riesgo su fuentes de ingreso. Aun así la gente ha seguido luchando, yo mismo he participado en las protestas pero me temo que esto termine cayendo o que nos logren comprar con pequeños regalos.
El tren llega, me subo y saco de mi mochila unos textos que debo leer para la clase de hoy, habla de revoluciones, revueltas y rebeliones indígenas contra el imperio español. El tren avanza, y mientras lo hace comparo lo que leo con lo que se ha estado viviendo últimamente en el país, trato de entender cómo calificar esta situación, una simple protesta o algo más. Una revolución no es, dista de serlo pues no se busca un cambio en la administración del país ni un cambio en las estructuras de poder. Una rebelión tampoco, pues si bien hemos logrado tomar algunas estaciones evitando así pagar el pasaje, en la mayoría no pasa eso, menos ahora que las estaciones están llenas de pacos haciendo que lo que empezó como una protesta pacífica termine en una represión sangrienta por parte del estado. También está la revuelta, que es una rebelión que falla y termina siendo parte de la transición para algo más grande, una rebelión o, incluso una revolución. No creo que lleguemos a eso, esta protesta está enfocada en los pasajes y nada más. La gente aquí ha sido sumisa desde la dictadura, doctrina del shock dicen algunos, por esto es que pienso de una forma muy pesimista. Cuando esto termine, sin importar el resultado, todo seguirá de la misma forma porque “así es la vida”, esa es la respuesta por excelencia que se da cuando muestras tu disgusto por cómo funciona el mundo, una respuesta simple pero que demuestra que ya no hay voluntad para pelear por una vida más justa y vencer el conformismo. Como mucha suerte esto sería una rebelión para algo más grande que se proyectaría quizás en cuantos años más.
El tren llega a la última estación, me bajo para hacer combinación con el metro y poder llegar a la universidad. No hay nadie protestado, todos tratan de llegar a su destino y la única diferencia que se puede ver con la cotidianidad es que hay algunos daños, principalmente en los torniquetes, la mayoría están rotos, por lo cual hay fila para poder pasar, esto hace el proceso de llegar al metro mucho más lento, pero a nadie le importa, solo quieren llegar al trabajo.
La estación en la que siempre me bajo está cerrada, debo bajarme antes y seguir caminando hasta la universidad. Todo sigue su curso normal, y al parecer tenía razón, esto solo fue una chispa que no prendió, me apena ya que por un momento tuve esperanzas de que podría haber sido el comienzo de algo enorme. Sigo mi camino, voy algo atrasado así que apuro el paso, a medida que avanzo veo a todo el mundo seguir su vida como si nada estuviera pasando. La única diferencia es que la calle está llena de pacos, nos vigilan e imponen su autoridad y armamento. Siento rabia e impotencia, pues los veo como títeres de los verdaderos culpables, los gobernantes y empresarios, toda una mafia que mantiene sus privilegios a costa de la miseria y competencia por surgir de la vida en la que vivimos el resto, el pueblo, que vive en el capitalismo mientras los poderosos viven en un paraíso socialistas cuando deberías ser al revés, el pueblo debería estar unido y no dividido.
Llego a mi universidad y los veo de nuevo, los pacos están en el bandejón con un retén móvil y equipo antidisturbios. Solo muestran los dientes, saben que no va a pasar nada, quieren generar miedo para evitar protestas.
Entro tarde a la clase, la profesora explicaba en profundidad el contenido de los textos que leí en el tren. La hora pasa rápido, no pongo mucha atención, sigo pensando en lo que pudo haber significado estas protestas. La profesora nos explica que para que estos movimientos funcionen se necesita un factor común que una a distintos grupos de la sociedad para pelear por un mismo objetivo, algo que sea lo suficientemente fuerte para hacer que las diferencias queden a un lado y así todos luchemos por una misma causa, aunque esto no es garante de éxito, ya que toda gran revolución es precedida por rebeliones y revueltas previas que pasan desapercibidas en la historia. Esto último refuerza un poco la fe que siento en que todo esto es un paso para algo más grande que está por venir, algo que espero no demore en llegar.
La clase termina, salgo y hablo con mis compañeros sobre distintas cosas, entre ellas discutimos sobre la clase, nada relevante, en su mayoría comentarios apreciando si la materia es entretenida o no. Nos quedamos así un rato hasta que decidimos irnos.
Al salir de la universidad estaban ellos, esperándonos, los pacos, por alguna razón estaban en pie de guerra, probablemente porque respondieron a una protesta de forma agresiva, nos empiezan a atacar, todos éramos parte de su objetivo, para ellos no había diferencia. El resto de las personas que estaban ahí responden ante sus ataques. De un momento a otro, lo que era un día casi como cualquiera se transforma en una batalla para volver sano y salvo a casa.
Con mis compañeros nos mantenemos juntos, ya no pensamos en nada más que defendernos a nosotros y al resto de personas que iban pasando. Los autos dejaron de transitar, el bandejón se llenó de gas lacrimógeno y las piedras que estaban a nuestro alcance se transformaron en proyectiles para nuestra defensa. Algunas personas se fueron a pelear frente a frente con los pacos, otros se quedaban atrás grabando todos los sucesos con sus celulares para que la situación se difundiera, yo me quedaba al medio con otros, éramos una muralla que separaba a los de más atrás con la pelea que había más adelante. En cuestión de minutos la calle se transformó en un campo de batalla, algunas personas huían, pero muchos otros nos quedamos, los pacos nos golpeaban y se llevaban a algunos, tratábamos de evitarlo mientras personas grababan. Así nos estuvimos por un largo rato, hasta que llegó el guanaco y el zorrillo, tuvimos que escapar porque esta batalla se volvía cada vez más injusta e imposible de ganar. Corrimos tratando de llegar a un lugar seguro, nos escondimos en una calle mientras se escuchaban gritos, golpes y sirenas. Revisando nuestros celulares vimos que lo que pasó aquí estaba pasando en todas partes y cada vez peor, ya no solo eran palos y lacrimógenas, empezaron a disparar. Distintos videos se volvieron virales, vídeos de gente siendo masacrada por los encargados de nuestra protección.
Todas las estaciones de todas las líneas del metros estaban cerradas, ya no había forma de regresar a casa pero tampoco quería, la rabia que todos sentíamos era mucho mayor, no era tiempo de escapar sino de responder, nos habían atacado, incluso matado y no podíamos quedarnos de brazos cruzados. Decidimos subir a Plaza Italia, mientras nos seguían llegando noticias, gente exponiendo casos de abuso, asesinatos y violaciones en todo Chile, los pacos culiaos nos habían declarado la guerra, con cada paso que dábamos veíamos más peleas, más violencia y nuestro odio hacia esos asesinos de mierda crecía. La calle estaba repleta de personas que trataban de volver a sus casas, gente que sin el metro no tenía forma de movilizarse. Todo se estaba descontrolando, los buses al no dar basto empezaron a encerrarse, la calle estaba llena de gente cansada y enojada por verse incapacitados de volver a sus casas. Sentí tanta rabia, a lo largo de todo el país han estado matando gente, violando derechos humanos, pero a ellos solo les importaba llegar a casa, ni siquiera toda esta violencia era suficiente para hacerlos despertar de su conformismo culiao. Estaba enojado con todos, tenía odio, rabia y solo quería soltarlo.
Llegamos a Plaza Italia y lo que vi me impactó de muchas maneras, más gente de lo que pensé estaba en la misma sincronía, luchando y desatando su rabia contra los pacos asesinos, una imagen que devolvía la fe, no todos seguían en su sueño. Aun así esa imagen estaba acompañada de una masacre, disparos, fuego, golpes y gases desatados contra nosotros. Si bien éramos más de lo que esperaba, seguíamos siendo insuficientes para hacer frente a un ejército de asesinos sedientos de sangre.
La noche caía y el fuego era nuestra única fuente de luz, había perdido de vista a mis compañeros de la universidad y estaba solo en un campo de guerra. Estaba cansado, no me quedaba aliento, había peleado con todo lo que tenía y aunque mi fuerza se había acabado, mi rabia y voluntad por seguir luchando me mantenían en pie. Cada vez llegaba más gente y cuando los veía sentía como si llegaran refuerzos. De la nada, lo que partió como un grupo de gente manifestándose se transformó en una multitud que luchaba contra la injusticia, la plaza estaba llena, solo había humo, disparos y gritos. Yo estaba golpeado y desorientado, me sentía raro, mi corazón latía fuerte y mis manos temblaban, sentía que mi corazón salía por mi pecho, no podía soportar la emoción. Por primera vez en mucho tiempo me sentía feliz, a pesar de todo lo que estaba pasando por fin la gente estaba despertando de su sueño, por fin dejaríamos de ignorar las injusticias y por fin la frase “así es la vida” iba a morir. De alguna forma sabía que todo esto no era solo por el alza del pasaje o toda la violencia que hubo ese día, sabía que esto era algo mucho más grande, era el pueblo peleando por justicia, por igualdad y un futuro mejor. Este ya no era un día como cualquier otro, era un día histórico, el viernes 18 de octubre del 2019 iba a ser el principio de algo más grande. Pronto las grandes alamedas se abrirán para que transite la persona libre. La lucha y rebeldía se respiraba en el aire.
Ya no éramos una multitud dispersa, éramos el pueblo unido contra el estado, todos estábamos juntos y nuestras diferencias ya no existían, gente de todos los géneros, etnias y comunas estaban juntas bajo la misma bandera revolucionaria, todos éramos uno, ya nada sería como antes. Un día que empezó como cualquier otro, tomó caminos que en ese momento eran difíciles de procesar. Los pacos retrocedían, estábamos ganando, sentía la victoria. La revolución corría por mi sangre cuando de repente algo helado me golpeó la nuca, pasé de sentir el calor de la lucha social a un frío aterrador que me invadía hasta el último rincón de mis venas, ya no sentía mi cuerpo, me caí al suelo, todo se volvió oscuro, estaba muriendo, pero me sentía más vivo que nunca. Una sonrisa imborrable se plasmó en mi rostro. Lo último que escuché en ese último segundo de mi vida fue lo que siempre quise escuchar: Chile despertó.

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