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Lucifer

Capítulo 1
Ayer casi muero. Tuve una pelea, pero no cualquier pelea, fue una pelea familiar, peleé con mi hermano, él quería matarme o sacarme de nuestra casa, y ¿cómo no iba a quererlo? Había cometido una ofensa gravísima para él, había intentado matar a nuestro padre. Había fracasado, pero mi padre no me mató ni respondió a mis actos, solo se fue, muchos van a pensar que en su amor de padre encontró el perdón, pero yo no creo que haya sido así, él no es lo que todos piensan, pero soy el único que se da cuenta de ello. Mi hermano, Miguel, no podía soportarlo, él estaba harto que a pesar de todo lo que había hecho, a pesar de que mi odio y envidia hacia nuestro padre él me dejara ir, y como el resto lo asociará a piedad y amor de padre, a una misericordia digna de él. Debe ser frustrante para él pues de todos es quien más lo admira y ama, gastando toda su existencia buscando su aprobación al punto de ser considerado el favorito, y por eso me odia, porque yo soy el favorito a pesar de ser el rebelde, irrespetuoso y desobediente de la familia. Él cree que merezco un castigo, por eso peleamos, y a pesar de que falló en su misión de matarme, logró sacarme de la casa.
Mi padre desapareció después de lo sucedido, se fue sin decir ni una palabra, se había ido y nadie sabía a donde. Por mí parte yo me fui, humillado, pero no me fui solo, muchos de mis hermanos me acompañaron, ellos me admiraban, me veían como el rebelde que se atrevió a desafiar a nuestro todo poderoso padre. Muchos otros se quedaron con mi hermano, quien ahora había asumido el rol que tenía mi padre en casa, quienes lo siguen me ven igual que él, con desprecio, me ven como el desagradecido, el envidioso y el orgulloso que despreció a nuestro padre y toda su obra, el hijo prodigo caído en desgracia que había rechazado el favor de nuestro padre y que había empeñado toda su vida en molestarlo, en contradecirle, desafiarlo, y, en última instancia, matarlo. Todo esto no me importaba, nunca me importó la opinión de los fanáticos que tenía, esos que siempre aceptaron su condescendencia y sus regalos, esos mediocres que nunca buscaron independencia y que nunca entendieron que para él nunca fuimos sus hijos, esos que nunca entendieron que solo éramos adoradores, esos cuya respuesta siempre era un “sí” para sus deseos, incluso si eso significa el sufrimiento de sí mismos, todo porque él es “amor” ¿quién le pide a un padre matar a su propio hijo solo por amor? ¿Qué padre que sienta tanto amor por su familia castiga tan severamente sus hijos por cometer un solo error, al punto de echarlos de casa y dejarlos a su suerte? ¿Quién mata a sus hijos solo porque molestó a otros? ¿Quién puede calificarse a sí mismo como un ser perfecto al ser tan infantil, cruel y sanguinario? Mi padre nunca quiso a una familia, quiere admiradores, quiere fanáticos que lo veneren como lo que no es, una divinidad, un ser perfecto, y esto se demostraba en el nombre porque él hacía que todos lo llamaran: Dios. Un Dios que creó una gran familia de ángeles y de ellos dos de sus “hijos” destacaban por encima del resto, yo el mayor de todos ellos, la primera luz del amanecer, su creación perfecta, el otro es Miguel, la mano derecha de mi padre, su mayor servidor, el hijo más fiel, su mascota.

Me vi en un charco de agua, todo había cambiado, mi entorno, mi mirada, mi semblante, mi rostro. Ya no era el mismo. Ya no era el príncipe de la ciudad plateada que desprendía esa aura de superioridad, esa energía dominante, mi rostro ya no era esa luz perfecta que iluminaba la noche y daba comienzo al alba, tenía cicatrices, no solo en mi cuerpo, tenía una cicatriz en mi alma. Mi orgullo se había roto y con ello mi identidad. Esas cicatrices no solo eran un recuerdo de esa noche, era una revelación de que, a pesar de todo, a pesar de todas las fallas de mi padre, de todos sus errores, de su debilidad, yo seguía siendo inferior a él, porque hasta ese día seguía siendo quien él quería que yo fuera, el hijo prodigo, el hermano mayor, su creación superior, seguía siendo su Lucifer. Si quería terminar lo que empecé, tenía que crear mi propia identidad, tenía que dejar todo lo que él me había dado, empezar desde cero, dejar de ser su hijo y empezar a ser yo, tenía que hacer mi nombre me reflejara a mí y no lo que él quiere que sea. Lucifer había muerto y no sabía qué había nacido.

Miguel ha estado ocupado, creando su propia versión de mi persona, contando historias sobre como soy la antítesis de nuestro padre y su único fracaso. Miguel cree que o dice que mi padre, en su inmenso amor, fue incapaz de encargarse de su error, pero que él le hará el favor de encargarse de arreglar todo. Tal vez piense que así logrará ganar su favor, puede que lo haga, no importa, alguien que necesita la aprobación de otro no merece atención. Alguien que necesita de otro para estar completo no merece nada.
 Lo últimos acontecimientos han fragmentado a la familia de mi padre, todos sus hijos eligiendo un bando, a cuál de los hermanos seguir, al rebelde o al recto. Dejaron a mi padre para seguir a otro caudillo, ahora me ven a mí o a Miguel como su guía, como su pastor. No lograron nada, siguen igual que antes, ovejas que necesitan guía y protección, incapaces de hacer su propio camino y reflexionar sobre sí mismos, reconocerse como seres pensantes con la capacidad de pensar, de elegir, de ser libres. Solo me decepcioné, no vea nadie diferente, solo réplicas mías y de mi hermano. Misma mierda distinto olor.
Miguel está muy enfocado porque tiene un objetivo, seguir el trabajo de padre, cuidar su creación y creencias, contar su evangelio de lo bueno y lo mano, básicamente ser un pastor de todos sus corderos, y bueno, encargarse de mí. Debo admitirlo, es ingenioso, me usa para infundir miedo, de lo que puede pasar si se alejan del camino correcto, las consecuencias de desobedecer y revelarse son el destierro a esa oscura, profunda y eterna nada, ser olvidados pues no tuvieron de ser la suerte de ser el primer hijo caído que sirva como ejemplo para todo el resto. Con ese cuento logra desprestigiarme, enfocar la rabia hacia mí dando motivos para atacarme y buscarme además de usar el miedo y la rabia como una forma de generar lealtad hacia los suyos, claro que a la vez que me sataniza, debe engrandecer mi “perversión” por lo que algunos pocos, tentados por lo prohibido, hacen lo contrario lo que él quiere, admirarme y dejarlo para venir a mí. Claro que para conseguir respaldar todo eso él debe contar ciertos secretos, y como no, iba contar el más llamativo, mi victoria sobre padre en su experimento.
 Al parecer él no estaba satisfecho con sus adoradores que tiene por hijos para alimentar su ego, necesitaba más, así que decidió hacer unos seres pequeñitos llamados humanos, le hizo un pequeño jardín lleno de vida con animales (aparte de los humanos) plantas, arboles, agua, de todo. Tenían todo lo que podían querer y necesitar a su disposición con visitas periódicas de mi padre, todo eso con una sola condición, amarlo y adorarlo. Nunca sentí empatía por esos seres, pero no podía soportar como mi padre seguía con su enfermo juego de crear adoradores, esclavos para alimentar su orgullo que le veían como alguien todopoderoso cuya única facultad comparable a su poder era su bondad, mentira todo eso, los creó por la razón más egoísta posible, no les dio ninguna facultad real más que regalos inútiles para que se sintieran importantes, como decirles que eran su mayor creación, que eran a su imagen y semejanza y que les confiaba la responsabilidad de cuidar su patio. A pesar de eso, ellos carecían de lo más importante; libre albedrío y la capacidad por pensar por sí mismos, ellos solo pensarían lo que él quisiera que pensaran y así con todo, creo seres vivos solo para engrandecer su figura, no le iba a dar el gusto. Decidí darles un regalo, fui a su inmenso patio (para ellos, para mí y el resto de mis hermanos era diminuto) caminé un largo rato por la pradera perfecta, llena de flores arbustos y árboles, pisando el verde y perfecto pasto mientras sentía una brisa agradable, seguí hasta llegar a un río azul y cristalino que debía su color al cielo reflejaba. El río terminaba un hermoso y considerable lago que estaba al frente de un gran y frondoso bosque, me adentré a él, lleno de árboles majestuosos que formaban un techo verde que dejaba pasar destellos de una luz proveniente de la estrella que mi padre creó para darle luz a su mundo, el olor a madera y hojas era un deleite para cualquier olfato, y el sonido de aves, unas pequeñas y hermosas criaturas voladoras (por mucho que odie a mi padre, debo admitir la belleza de sus creaciones) que con su canto volvían aun más armonioso el ambiente de aquel lugar. Seguí caminando hasta llegar a una parte que los árboles rodeaban, dejando que un gran rayo de luz tocara la tierra y el pasto del lugar, el cual se veía especial, como designado para algo, en ese instante se me ocurrió usarlo para dejar mi firma en la creación de mi padre, ahí crearía el fruto de la libertad y el libre pensamiento. Cree un árbol, más pequeño que los del bosque, con una hermosa copa de hojas escarlata y con firme tronco de madera oscura, de sus firmes ramas crecía un fruto de perfectas proporciones, de un color rojizo oscuro, con una forma semicircular, brillante y jugosa con un olor agradable que encendía el apetito de cualquiera, pero lo más importante es que a esa pequeña fruta le di un gran poder, todo aquel que la coma se le concederá la facultad del libre pensamiento, la reflexión, ingenio y conciencia sobre sí mismos y todo el mundo que le rodea. Ahora que el árbol estaba listo, faltaba que sus mascotas probaran de su fruto. Decidí acercarme a ellos en forma humana, escondí mis alas, reduje mi tamaño, el color de mi cabello pasó del plateado a un castaño oscuro y el color de mis ojos pasó del blanco a un verde claro. Una vez cambiada mi apariencia, me acerqué a la mujer, estaba paseando por la pradera. Ella era de una estatura más baja que yo, tenía la piel morena era delgada, tenía el cabello largo y oscuro con unos hermosos ojos color café, su voz era angelical. Me acerqué tranquilamente mientras pensaba que mentira le diría. Al verme se sintió sorprendida y curiosidad pues era la primera persona que veía además del hombre humano, además de ser la primera cosa que ella conocía sola sin que mi padre se lo presentara. Me presenté, le dije mi nombre; Lucifer, y que era el hijo mayor de nuestro padre (a ellos también los trataba de hijos) y que él me mandó aquí para guiarlos y que estarían bajo mi supervisión. Ella, inocentemente, se lo creyó todo, no cuestionó nada. Le dije que quería caminar con ella para conocerla, quería llevarla hacia mi árbol y hacer que comiera de su fruto. Caminamos, le enseñé de la música, específicamente el canto (una de mis “aficiones” por así decirlo) canté para ella, le enseñé y me sorprendió su canto armonioso, le mostré la danza, le empecé a enseñar distintas cosas, como la poesía y la actuación. Ella aprendía rápido y trataba de replicar lo que hacía, debo admitir que mientras lo hacía más de una carcajada me salió. Llegamos finalmente al árbol, ella estaba sorprendida, dijo que nunca lo había visto por aquí que era algo nuevo. Me sorprendió que haya sido capaz de notar que era distinto a las creaciones de mi padre, que transmitían una “energía” distinta, se sentía abrumada, le daba miedo. Le dije que ese árbol no era creación de mi padre, sino mía y que era un regalo de mi parte para ella y su amigo, le conté que este árbol la abrumaba porque a diferencia del resto, este tenía algo especial adentro, algo que podía transmitir a través de sus frutos, me preguntó que era y le respondí que no se lo podría explicar pues escapaba de su imaginación ya que de todas las creaciones de mi padre yo era el único con dicha facultad, que era algo que descubrí solo y quería compartir con ellos. Podía ver como crecía su curiosidad, pero no sabía si probarlo pues no venía de él. Le dije que yo además de su guía era su protector, que nunca le daría algo que pudiera lastimarles, y que, además, yo estaba ahí para cuidarla por si mi regalo la abruma, después de todo, yo era el hijo mayor. Le dije que era su decisión, a lo que ella me respondió que ella nunca había pensado en elegir pues siempre hacía lo que mi padre le decía y que esto era algo nuevo para ella, le respondí que, a diferencia de él, a mí gusta darle opciones al resto. Seguía dudosa, quería probar de mi fruto prohibido, pero algo le daba miedo, era mi padre. Le dije que sabía lo que pensaba, temía que él se enojara, llegó el momento de usar sus historias a mi favor, le dije que, si bien se podía enojar, su bondad era infinita y que un ser bondadoso conocía la misericordia y el perdón, y que es imposible que no te perdone pues sería tu primera vez. Esas palabras, esa fe hacia él y hacia mí le dieron el impulso que necesitaba, tomó de mi fruto y, finalmente, lo probó. Acto seguido hubo un cambio en su mente, en ella, su esencia; su inocencia se había perdido. Me miró, estaba decidida, se me abalanzó y me besó, me dijo que quiere volver a elegir y ahora me elegía a mí como su amante, cumplí su deseo. Después de complacer sus deseos, ella eligió su nombre, quería ser Eva, me agradeció y se fue. Le dijo al otro humano de la fruta, que debía probarla. Lo convenció, acto seguido él también se eligió un nombre; Adán.
Mi padre estaba enfurecido, sabía que ellos lo cuestionaban por darles dicho conocimiento, aunque no se lo dijeran, esa osadía por parte suya hizo que mi padre los echara de ese jardín a tierra de nadie a vivir por su cuenta. Adán quedó resentido conmigo, me culpa a mí y a Eva por perder la comodidad de la dependencia, sin embargo Eva me estaba agradecida, pues prefería ser libre y elegir antes que seguir ciegamente a mi padre, eso hizo que fuera la única humana que se ganara mi respeto. Después de un tiempo se reprodujeron y poblaron esa nueva tierra, la dominaron y gobernaron, sin embargo, nadie además de Eva apreciaba su libertad, todos lo seguían a él, a pesar de su castigo, pues pensaban que se lo merecían por escucharme, sin eso ser suficiente, también culparon a todas las mujeres por hacerlos caer en la tentación, dejándolas así en segundo plano y generando una sociedad machista. Si no fuera por Eva, no tendría ni el menor interés por ellos, pero quien sabe, tal vez nazca un humano que sea como ella.
En cuanto a mí, no me pasó nada, mi padre sabía que hacerme algo era admitir una derrota, así la historia fue que decidió que era momento de poner a prueba a la humanidad y que se ganaran la entrada al jardín dándoles la capacidad de elegir, aquellos que eligieran el bien (con eso se refería a quienes lo siguieran a él) volverían, aquellos que no, solo él sabía dónde irían. Los únicos que sabíamos la verdad era mi padre, Miguel y yo. Por alguna razón se lo confió a él, tal vez sabiendo que le sería útil a futuro.
Con esta historia Miguel fue capaz de mostrarme como el culpable del cruel destino de la humanidad y como el origen del pecado, y que ellos debían rectificar el error de mi padre y eliminarme. Debo admitir que sabe jugar tan bien como el viejo.
Miguel, por lo que me cuentan aquellos que han decidido seguirme al olvido, tiene un objetivo e identidad clara; es el guardián del “mensaje” de mi padre y de mis hermanos, además de guía para el resto, incluyendo el experimento de mi padre. Quiere mantener todo en orden y que el mundo siga el curso que habría querido mi padre, sin duda es un peón leal, pero nada más, mi padre nunca nos vio más que como trofeos, recordatorios contantes de su poder que solo le servían para avivar su orgullo. Por mi parte estoy vacío, no sé quién soy. Miguel puede ser una simple herramienta pero sabe su identidad y sabe lo que quiere. Toda mi vida seguí su juego, fui lo que él quería, el hermano mayor de su familia de adoradores, Lucifer el mayor de toda la creación, la primera luz del alba, el ser más perfecto… después de él. No soportaba ser un destello de gloria, no quería ser el segundo, esa rabia me hizo despertar, darme cuenta de que él no era perfecto, me hizo ver su orgullo y como nos veía, solo éramos trofeos y yo no soportaba ser el mayor de ellos, ser el constante recordatorio de que tan poderoso es como para ser capaz de crearme, solo era eso. No podía soportarlo, fue ahí cuando empecé a crecer, pensar más allá del molde, fue el primero en pesar por mi cuenta e ir más allá de lo que él me inculcó, vi sus errores, soy el único que conoce sus defectos y el único que conoce su gran farsa. Fue ahí cuando me puse la meta de superarlo. No pude hacerlo por eso estoy aquí, en la nada, en el olvido, no fui nada para él, pudo haberme matado, pero no lo hizo, quería que me ahogara en la humillación, que viviera con la vergüenza de ser solo lo que él me permite ser. No soy nada, solo un trofeo. Probablemente ahora en otro lugar creando más mierda para complacerse a sí mismo, nunca es suficiente para él, o tal vez nos ve como un experimento que fracasó. No soy nadie.

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